4/03/2013

PRIMEROS INMIGRANTES JAPONESES TRABAJARON EN HACIENDAS CAÑETANAS

 Un día como hoy, un 3 de abril de 1899, el primer barco de inmigrantes japoneses , el Sakura Maru arribó al puerto del Callao luego de un viaje de más de 30 días, trayendo a un grupo de 790 japoneses todos hombres, contratados para
trabajar en las haciendas de la costa.

De ese grupo 50 hijos de Okayama tuvieron como destino la Hacienda Casa Blanca y 176 de Niigata hacia la Hacienda Santa Bárbara, las dos a cargo entonces de la British Sugar Co. y cuyo gerente general fuera Augusto B. Leguía, principal impulsor de la inmigración. El Sakura acoderó en nuestro antiguo muelle de Cerro Azul.
 
La mano de obra nipón ha sido sumamente importante para nuestro valle en la imagen un grupo de ingenieros y obreros a cargo de la construcción de un acueducto en nuestra provincia.

LA BIBLIOTECA DE CAÑETE QUE FUE

Dabas vuelta a la hoja y de repente, frente a tí, como por arte de magia aparecía un hermoso castillo de ensueños , asombroso efecto que hoy llamaríamos simplonamente 3D. En algunos casos, exquisitos hallazgos, nos permitían mover una pestaña y veía cómo los personajes cobraban vida, una puerta se abría, tras una ventana el día se volvía noche. Y entonces la lectura era una delicia.

Esa es la biblioteca de Cañete que recuerdo, donde todos hablaban bajito y uno podía esperar y esperar sin sentir el tiempo hasta que papá decía ya vamos a casa. A mis hijos, hace unos años atrás trate de inculcarles el amor por ese santuario pero la magia no existía más. Se había perdido junto con esos libros el rumbo.

Hoy en el Día Internacional del Libro Infantil y Juvenil es el momento de proponernos a recuperar estos espacios en donde fantasía, imaginación eran trasmitidos a través de la lectura.

EL FREJOL COLADO DE LA ABUELA EN SAN LUIS DE CAÑETE QUE YA NADIE PROBARA

 Semana Santa era sobretodo el frejol colado que nos tocaba junto con mi hermano. En ollitas o tasas pequeñas espolvoreado de un crocante ajojolí era nuestro pequeño botín repartido en partes iguales por mamá y que comias con cucharas soperas y embadurnando panes y galletas.

La abuela Elsa lo había elaborado, durante horas de horas, a leña entre los chismes de doña Aleja y doña Rosa, sus hijas, las travesuras de los nietos que más que nada molestabamos exponiéndonos al asfixiante calor de la leña que nos hacía arder los ojos y lagrimear y moquear.

Un kilo de frejol por un kilo de azucar rubia es lamentablemente lo poco que me acuerdo de la receta, leche condensada y muchas horas de elaboración moviendo con cucharon de palo no solo la burbujeante lava marrón sino también los recuerdos y con ellos afianzando los lazos familiares.

Hoy doña Elsa ya no puede volver a darnos ese riquísimo tesoro negro, compramos colao pero ya no tiene el sabor de familia, de lo tuyo. Se perdió la tradición de esa forma de prepara frejol en mi familia.